Todo lo que hagas en la vida será insignificante;

Pero es muy importante que lo hagas porque nadie más lo hará. Como cuando alguien entra en tu vida y una parte de ti dice: no estás mínimamente preparado para esto; pero la otra parte dice: hazlo tuyo para siempre.

Y no, no tienes derecho a decirme que él no me merece, que no ves bien que vuelva a su lado después de todo lo que me ha hecho pasar… Pero, ¿sabes? No sé si me hiciste mas daño tú que él, sinceramente no lo sé. Vale que lo suyo fue un año, y lo tuyo apenas dos semanas, pero el dolor y sufrimiento que tú me causaste, me costó muchísimos más superar que el que él me hizo. Quizá fuera porque con él toda al culpa la tenía yo, pero contigo, fue diferente. Yo lo di todo, todo lo que querías, supongo que ese fue mi fallo, la próxima vez prometo darte todo lo que necesites, no lo que quieras.  Quizá sea porque tú no has sabido jugar conmigo como debías teniendo en cuenta lo que llegaste a decir, y lo que dejaste de hacer. 

Duele, duele mucho más de lo que te imaginas. Ahora te tengo a ti, pero también lo tengo a él. Eso te jode, ¿no? Que ahora tú no seas el único al que puedo ir a llorarle y al que me puedo arrimar en mis peores momentos. Quizá él, a parte de ti pueda consolarme también. No tienes derecho  a decirme que él no me merece, cuando tú eres el primero que no está en condiciones de decirlo, ni puedes reprocharme que vuelva a su lado, si tú has hecho lo mismo conmigo, una y otra vez.
No puedes meterte en mi vida. No quiero que lo hagas.
-Voy a hacerte una pregunta y quiero que seas totalmente sincero conmigo, ¿De acuerdo?
-De acuerdo.
-¿Ella de verdad te importa?
-Sí, por supuesto que me importa!
-¿Sabes? Creo que estás mintiendo… Ella no te importa, porque si lo hiciese, no la harías sufrir de esta manera, secarías sus lágrimas cuando llorase, y te sentirías culpable porque sabes que todas y cada una de ellas resbalan por su mejilla por tu culpa. Realmente no te importa, por que entonces no te la follarías, le harías el amor; y mientras lo hicieses, no estarías pensando en quién va a ser tu próximo polvo. Ella no te interesa, ya que si te interesara no dejarías que ella se arrastrase una y otra vez por ti, mientras tú la ves caer y no te dignas siquiera a tenderle la mano y ayudarla a levantarse. No has sido sincero conmigo, porque si lo fueras sabrías perfectamente que ella pierde la cabeza por ti, que daría lo que fuese por abrazarte  y que iría al fin del mundo solo para verte sonreír… Que te ama con locura. No te importa porque te da saber si sus labios besan otros que no son los tuyos para llenar el vacío que le dejaste. No te importa, porque no la amas, nunca lo has hecho.
-….
-O quizá yo me esté equivocando rotundamente y de verdad la quieras, de verdad odias verla sufrir por un gilipollas, de verdad le hiciste el amor, y de verdad eres tú el que se arrastra por el suelo para llamar su atención y de verdad, sencillamente hagas todo esto porque tengas miedo a que ahora ella te diga que no, y acabes solo y triste, con tus cuatro putas de turno que no valen ni la mitad de lo que vale ella. Quizá la amas y te importa. Quizá no me hagas mentido en ningún momento, ojalá no lo hayas hecho… 
Y me miras, con los ojos desorbitados, tristes, fríos. Y no entiendes nada. Y me preguntas en qué has fallado, y me preguntas por qué me echo atrás. Después de todo, no entiendes por qué no acepto otra cena, otro baile, otra noche. 

 

Te diré por qué. Porque contigo no puedo elegir. No controlo nada. No elijo besarte, ni dejarme llevar por tus manos sedientas de mí, porque lo hago sin más, sin poder evitarlo. No puedo vestirme sin desear que me arranques la ropa de nuevo, no puedo ver el mar sin recordar tus caricias, no puedo vivir sin echarte de menos. Contigo no puedo elegir, porque es una necesidad. No puedo decirte esto, sin dejar de llorar. 
Y no lo entiendes, no entiendes por qué no quiero decírtelo a la cara. Porque si te tengo delante me abalanzaré sobre ti y me tendrás a tus pies, como cada una de las últimas noches, porque cuando estoy contigo me gustaría pensar que no es un sueño del que despertaré. Y eres tú quien me enseñas, eres tú quien conoce las reglas. Eres todo cuanto un día soñé. Y odio esta sensación, esta impotencia que me hace vulnerable, el no poder tratarte como al resto, como a uno más. El no ser dueña de mi misma. 


 


No me llames cobarde, ni me digas que por temor estoy perdiendo la oportunidad de ser feliz. No me digas que contigo me brillan los ojos, que me río sin querer y pronuncio tu nombre en sueños. Lo sé, pero todo esto no lo puedo controlar, contigo no puedo elegir. Por eso me despido de ti, porque a mi me gusta elegir, decidir cuando quiero besar, cuando quiero amar, cuando quiero desaparecer.
 

Vaya, has tardado en volver menos de lo que me esperaba. Quizá sea cierto eso de que lo que se va sin ser echado, vuelve sin ser llamado. Quizá mi actuación haya merecido la pena… Pensaba que iba a pasar más tiempo hasta que te dieras cuenta de lo que habías perdido y volvieras diciéndome que me echas de menos. Es curioso; nunca pensamos que esto iba a pasarnos. Por un lado estás tú, un orgulloso, y por el otro estoy yo, otra. Ambos estábamos predestinados a acabar amando en la misma cama, nuestra historia ya estaba escrita desde el principio hasta el último punto, pero gracias a ti, que has decidido continuarla no ha acabado. Y vale que tú te la estés follando a ella, y yo esté revolcándome entre las sábanas con otros, pero… ¿Sabes? Tú piensas en mí cuando lo haces al igual que yo me acuerdo de ti cuando lo hago. ¡Qué cosas! Tú, arrastrándote, pidiéndome perdón y diciéndome que me extrañas, y yo, haciéndome la dura y muriéndome de ganas por dentro de decirte que quiero que seas tú el que estés entre mis sábanas…

Esto se va a repetir, lo nuestros, lo sabemos. Es más, nos lo hemos confesado. Ambos sabemos que queremos que vuelva a pasar. Pero hasta que decidas volver a continuar escribiendo nuestra historia, ambos seguiremos nuestros caminos, y cuando se vuelvan a juntar y nos encontremos de nuevo, nos miraremos como solíamos hacer hace unos meses… Hasta entonces, sigue pensando en mí cuando te la folles. Tranquilo, yo haré lo mismo con los tíos que me tire y no sean tú...
Hay heridas que no se cierran, que no llegan a curarse nunca. Todos las tenemos aunque no nos demos cuenta o hagamos como que no sabemos que están ahí, pero están ahí. Muchas veces hemos intentado sanarlas, curarlas con litros y litros de alcohol, pero no hay manera de que cicatricen y dejen de sangrar. Quizá sea porque no hemos encontrado a quien nos las pueda curar, o que consiga que no brote más sangre de ellas, nadie lo haya logrado aún. O quizá sea porque esa herida es tan profunda, que podemos ver a través de ella, que ha hecho desaparecer nuestra piel y hace que salgan a flote nuestros sentimientos más internos, nuestros pensamientos y emociones escondidos bajo la piel y huesos… De ambas maneras, nuestras heridas van a estar ahí siempre, doliéndonos y molestando, sin poder llegar a cicatrizar jamás, recordándonos como nos las hicimos y la angustia que nos provocan, ni poder nunca, nunca, conseguir sanar el dolor por completo… 

Sí, ya sé que antes molaba… Tu también, no creas. Hacías que fuera distinta a todo lo que era. Mis amigas siempre me dicen que debería haberte mandado a la mierda hace mucho tiempo ya, pero nunca he sido de hacerle mucho caso a mis amigas. Puede que ahora sea de otra forma, no lo niego, pero no tengo la culpa. No me gusta tirar piedras y que sean mis cristales los que se rompan, ni me gusta intentar abrazar a alguien que sale corriendo cuando me ve. Siempre he tenido ganas de susurrarte al oído todo lo que me pasa cuando te veo, cuando te tengo a mi lado, pero no me atrevo. 
Sí, ya ves, puedo estar haciéndote reír durante horas y horas, y cuando se trata de hablar de nosotros, de nuestro futuro, o nuestros futuros,  me vuelvo inútil. Las cosas ahora son un poco diferentes… Ya no sé cuando te has cortado el pelo, ni qué haces día a día como antes solía saber, tampoco puedo mirarte de reojo sin vergüenza a que te gires, y me pilles haciéndolo. Ahora no quiero perseguirte para poder abrazarte. Bueno, sí que quiero, pero no voy a admitirlo delante de ti. A estas alturas solo quiero que pienses que no me importas, aunque sí lo hagas.